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Discurso Por Radio Del Presidente - 28 de octubre de 2000

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THE WHITE HOUSE

Office of the Press Secretary


For Immediate Release Saturday, October 28, 2000

DISCURSO RADIAL DEL PRESIDENTE AL PAÍS

EL PRESIDENTE: Buenos días. Aquí en Washington, después de meses de dilaciones partidistas por la mayoría congresional, el Congreso aún no ha finalizado su trabajo en el presupuesto – a pesar de que hace un mes concluyó el año fiscal.

Sin embargo, siempre que el Congreso ha actuado con espíritu bipartidista, hemos alcanzado logros sorprendentes. Hoy quiero referirme al paso más significativo que hemos dado para asegurar la salud y la seguridad de las mujeres, tanto en el hogar como en todo el mundo. Se trata de una nueva ley que voy a firmar y que se llama Ley de Protección a las Víctimas del Tráfico de Seres Humanos y la Violencia.

En la actualidad, la violencia doméstica es el principal riesgo de salud para las mujeres estadounidenses entre las edades de 15 y 44 años. Cerca de un tercio de todas las mujeres que han sido asesinadas en este país murieron a manos de hombres con los cuales tenían una relación afectiva, sus esposos, ex esposos o novios. Cada 12 segundos una mujer es golpeada. Eso significa 900.000 víctimas cada año.

Además, las estadísticas nos dicen que en la mitad de las familias donde uno de los cónyuges es golpeado, los niños también reciben golpizas. La violencia doméstica es un delito. Destroza a las víctimas y nos afecta a todos. Aumenta los costos de los cuidados de salud, hace que las personas no puedan asistir a sus trabajos y les impide rendir al máximo. Destruye a las familias, las relaciones y las vidas, y destroza la naturaleza de quiénes somos como pueblo.

Por eso es que, como parte de nuestra Ley contra el Delito, de 1994, Al Gore y yo luchamos duramente para aprobar la Ley contra la Violencia hacia la Mujer – que constituye el cimiento de la ley que me dispongo a firmar. Dicha ley impone penas severas a quienes ejerzan la violencia contra las mujeres. Ayuda a capacitar a la policía, los fiscales y los jueces a entender mejor la violencia doméstica, a reconocer sus síntomas cuando los ven, y a dar pasos para prevenirlos.

La ley asignó dinero a los albergues que amparan a las víctimas de la violencia doméstica, y estableció una línea directa gratuita, 24 horas al día los siete días de la semana, para ayudar a las mujeres a obtener la ayuda de emergencia y el asesoramiento que necesitan, a encontrar un albergue y a informar ante las autoridades los casos de abusos.

Pero lo más importante de todo es que la Ley contra la Violencia hacia la Mujer funcionaba. La línea directa ha sido de enorme ayuda. Más de medio millón de víctimas ha encontrado ayuda al llamar. Los oficiales de policía, quienes antes se mantenían al margen de las llamadas "riñas familiares", ahora participan en la salvación de vidas. Es más, la violencia contra la mujer por una persona íntimamente relacionada ha descendido en un 21 por ciento desde 1993.

La ley que me dispongo a firmar contribuirá a que se mantenga dicho progreso, al hacer que la Ley contra la Violencia hacia la Mujer sea una ley universal. Proporciona recursos nuevos para las comunidades de americanos nativos, restaura la protección para las mujeres inmigrantes que reciben golpizas y, por primera vez, amplía una ley que incluye a las mujeres que reciben abusos a manos de cualquier individuo con el cual tenga una relación afectiva.

La nueva ley contiene otra estipulación; una estipulación que fortalecerá nuestra lucha contra la insidiosa práctica mundial de traficar con seres humanos. Cada año, un millón o más de mujeres, niños y hombres son obligados, o engañados para que vivan una vida de increíbles sufrimientos – son arrastrados a la prostitución, al trabajo esclavo, al trabajo doméstico o agrícola o a verse atados por deudas. Esto es esclavitud, simple y llanamente. Y esto no es algo que sólo ocurre lejos de nuestras costas.

De hecho, cada año, hasta 50.000 personas son traídas a los Estados Unidos con ese cruel propósito. Tenemos que hacer lo posible para detener a los responsables de semejantes delitos y ayudar a sus víctimas. La ley que me dispongo a firmar ayudará a lograrlo.

Así quedará establecida la primera ley federal dirigida específicamente a este problema, estableciendo duras penas para quienes trafiquen con seres humanos, obligando a los traficantes convictos a entregar sus propiedades y hacer restitución a las personas que han explotado. La ley proporciona a las víctimas un mejor acceso a servicios tales como albergues, asesoramiento y atención médica. Permite a las víctimas permanecer en los Estados Unidos para que puedan recibir dichos servicios, y ayuda a las agencias de la ley a presentar cargos contra los traficantes. También aumenta nuestra ayuda a otros países para ayudarlos a detectar y castigar esta práctica perniciosa, y aplica sanciones a los países que rehusen dar los pasos necesarios para acabar con el tráfico de mujeres y niños. He trabajado arduamente para alcanzar estas estipulaciones, las cuales se suman a lo que hemos hecho en nuestro país y en el extranjero para resolver el problema.

En el éxito de esta importante legislación podemos ver nuevamente que en realidad no hay secretos para lograr resultados en Washington. Cuando anteponemos el progreso al partidismo, obtenemos resultados. Cuando trabajamos juntos, obtenemos resultados.

Ahora, hemos demostrado una vez más que podemos trabajar juntos, al aprobar esta legislación en contra de la violencia contra las mujeres. Sigamos el ejemplo y terminemos todo el trabajo que el pueblo estadounidense espera de nosotros. Ya es hora de que el Congreso ponga a un lado el partidismo sobre los dos proyectos de ley inconclusos, y finalice un presupuesto que reduzca el tamaño de las aulas escolares y que las modernice, que reduzca los impuestos a las familias y que aumente el salario mínimo – un presupuesto digno de nuestros valores, que asegure un futuro mejor para nuestros niños y para este gran país.

Gracias por escucharme,

FIN


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